Tryadhis dasa (VBD)
Nombre de Usuario: Tryadhis
Mensaje Número: 56 Registrado: 02-2003
| Enviado Lunes, 24 de Noviembre de 2003 - 12:58 am: | |
París 25 de junio, 1.971 Srila Prabhupada acababa de llegar del aeropuerto de Orly y estaba tumbado en un sofá de la sala de conferencias de la oficina de turismo india. Dos discípulos, Aradhana y su mujer, Santanu, que habían viajado con él en el taxi, eran las únicas otras personas en la habitación. Puesto que iba a haber una rueda de prensa más tarde, Prabhupada dijo que quería descansar antes un poco. En el aeropuerto, los agentes de inmigración franceses habían retenido a Prabhupada mientras unos treinta devotos europeos, ninguno de los cuales le conocía personalmente, esperaban ansiosos. Le habían visto cuando salió del avión llevando su sannyasa-danda con un paraguas atado al mismo. Él les había saludado levantando su bolsa de cuentas, pero luego lo mantuvieron apartado de ellos tras una delgada pared, hasta que por fin, dos horas más tarde, los de la oficina de inmigración le permitieron pasar. Los devotos parisinos no tenían preparado ningún coche para Prabhupada, así que cuando pidió uno, varios devotos corrieron a buscar un taxi. Una vez en el taxi, Prabhupada se dirigió a la oficina de turismo india junto con Aradhana y Santanu dejando que los demás se unieran a ellos más tarde. Tras un breve descanso, Prabhupada abrió los ojos y vio a Aradhana, Santanu y Syamasundara en la habitación. Pronto llegaría el resto de los devotos y los periodistas. Cuando Prabhupada se enderezó, Santanu le ofreció un poco de mango. Srila Prabhupada sonrió. Yogesvara: Yo me había sentado detrás de la puerta de la habitación donde se encontraba Prabhupada y estaba comiendo la piel del mango que él había comido. El corazón me latía deprisa. No tenía idea de cómo iba a resultar después de haber sido iniciado un año y medio antes y no haber conocido nunca a mi maestro espiritual, ¡pero ahora estaba justo detrás de aquella puerta! Entonces Syamasundara abrió la puerta, miró a su alrededor y me vio allí sentado. Luego metió la cabeza dentro de la habitación y dijo: "Aquí hay un devoto. ¿Le dejo entrar, Srila Prabhupada?" Yo miré furtivamente por la puerta entreabierta. Srila Prabhupada, sentado en el sofá y con una mano apoyada sólidamente en la rodilla, tenía un aire majestuoso. Él respondió a Syamasundara haciendo un gesto con la mano que indicaba que podíamos entrar. Aquel gesto era la primera cosa perfecta que había visto en toda mi vida. Así que entré e inmediatamente me postré en el suelo. Entonces comprendí:"ahora estoy con mi maestro espiritual." Los devotos fueron llegando gradualmente del aeropuerto y entrando en la habitación de Prabhupada. Luego llegaron también los periodistas en el momento en que Prabhupada hablaba suave y cariñosamente con sus discípulos animándoles a predicar y contándoles sobre su reciente prédica en Moscú. Casi ninguno de los devotos había estado antes con su maestro espiritual, de modo que Locanananda empezó a presentárselos a Srila Prabhupada. Hari-vilasa: Yo llegué tarde, y cuando entré sentí una mezcla de sorpresa, júbilo, orgullo egoísta y asombro de ver allí al devoto puro del Señor. Entré junto con Ghanaayama, el chico que había traducido al francés algunos de los libros de Prabhupada. La habitación estaba prácticamente llena, de modo que Ghanayama se sentó inmediatamente al fondo. Yo era el presidente del templo y me sentía muy orgulloso y engreído de ostentar aquel cargo, así que me abrí paso hasta llegar donde se encontraba ®r…la Prabhupada y me senté junto a él. Le miré esperando que él, a su vez, dirigiera la vista hacia mí, me sonriera o hiciera algo por el estilo, pero él no me miró en absoluto. Locanananda, que estaba presentando a los devotos a Prabhupada, dijo: "Éste es Ghanayama, el traductor." Prabhupada preguntó: "¿Dónde está?" Todos dirigieron sus miradas a Ghanayama que estaba sentado al fondo. Prabhupada añadió: "Decidle que se ponga de pie." Ghanayama se levantó y entonces Prabhupada le miró, le sonrió y le dijo: "Muchas gracias." Entonces empecé a sentirme mal. Me preguntaba: "¿Y yo qué he hecho? Aquí estoy yo sentado en primera fila y esperando el reconocimiento de los demás." Luego Locanananda dijo: "Éste es Hari-vilasa, el presidente del templo." Prabhupada ni siquiera me miró. En ese momento me di cuenta de que había cometido un gran error. Y también comprendí: "Éste es mi maestro espiritual." Porque en un instante había detectado un gran fallo en mí.
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