Bhakta Gustavo Medina
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| Enviado Viernes, 28 de Julio de 2006 - 06:28 pm: | |
Los rayos x de la guerra y de la paz Por Purushatraya Swami Mientras escribo estas líneas, bombas y misiles son arrojados en el inhóspito y pedregoso Afganistán por las fuerzas militares más poderosas del planeta. El dinero gastado en estos armamentos serviría para solucionar buena parte de los problemas de hambre, salud y educación de millones y millones de miserables que viven aquende los límites de pobreza. ¡Cuánta energía desperdiciada! Y, ¿de dónde viene toda esa energía? De la explotación irrestricta de los recursos naturales de un planeta, hoy, agotado. La miseria y el desastre ambiental, junto con el terrorismo, son las malezas más evidentes que atestiguan el fracaso de una civilización que descuidó y se distanció de los principios y valores espirituales. En el momento actual, se combate el terrorismo rencoroso y cobarde con la guerra explícita. Ambos, ponen a la población civil en riesgo. La gran duda es: ¿Será ése el camino para la paz? ¿La población del mundo se sentirá más segura? ¿El terrorismo será sofocado, o va a degenerarse y a expandirse como un cáncer? Sumándose a esto, asistimos también a la falencia gradual de los valores morales de la sociedad humana, hoy, sin rumbo, desamparada, amedrentada, sufrida y en un espiral creciente de degradación. Las personas sanas, hoy en día, cuestionan seriamente cuáles son las verdaderas causas de todo esto. ¿Cómo es que las cosas llegaron al punto que llegaron? ¿Estamos progresando o retrocediendo? ¿Hay esperanzas para un futuro mejor? ¿Cómo entender la verdadera naturaleza de esta existencia aparentemente sin sentido y hasta, en cierto modo, absurda? Una luz para comprender los misterios de este mundo y de la existencia como un todo, viene de las enseñanzas del Señor Krishna en el Bhagavad-gita. En el Decimocuarto Capítulo de ese texto sagrado, encontramos maravillosas enseñanzas que nos posibilitan entender, con profundidad, la dinámica de la naturaleza de este mundo. Se trata de las tres gunas, las cualidades o modalidades de la naturaleza, que inexorablemente influencian todas las actividades, fenómenos, comportamientos y relaciones de todos los seres vivos. La primera modalidad, rajas, es el impulso creativo, que provee el ímpetu para la expansión, dominio, progreso y creación de nuevas cosas. En el lado opuesto está la pasividad, la inmovilidad y la tendencia destructiva natural del ciclo de la vida. Esa guna es tamas. Entre las dos está sattva-guna, el status quo, el estado en que el proceso creativo tras haber llegado a su plenitud es conservado y mantenido, sin permitir que las fuerzas destructivas entren en acción. Es un estado dinámico de existencia plena. En él hay paz, armonía, sabiduría y felicidad. Es considerado el más puro y más difícil de ser conquistado. Psicológicamente, las tres gunas son llamadas pasión, ignorancia y bondad. La sociedad humana del mundo moderno está excesivamente influenciada por la modalidad de la pasión. El progreso, lucro, desenvolvimiento tecnológico, ambición por dominar y controlar la naturaleza y el endiosamiento de la ciencia son símbolos de esa civilización apasionada. En suma, el hombre apasionado de hoy está ahogándose en un mar de deseos materiales sintetizados en una meta totalmente ilusoria llamada “éxito”, que se resume básicamente en dinero, fama y poder. La pasión no domada es avasalladora. Cuando esa pasión creativa, que en su esencia natural es rica, fértil, viva, que entusiasma y gratifica, que es una de las cualidades más típicamente humanas, sobrepasa ciertos parámetros de equilibrio y sensibilidad, esa pasión pasa a degenerarse y manifiesta innumerables efectos colaterales pervertidos, altamente destructivos. Para detectar ese punto crítico a partir del cual la pasión se degenera, la persona, analizando las circunstancias presentes y proyectando sus consecuencias futuras, debe concluir que “basta de crecimiento cuantitativo; de aquí en adelante el énfasis está en la cualidad”, es decir, se interrumpe el ciclo de pasión y se establece sattva-guna, la bondad. Ocurre que, para una persona apasionada, en medio de la turbulencia de los deseos, ese cambio de paradigma es prácticamente imposible de ocurrir por sí solo e, inevitablemente, los efectos colaterales pervertidos de la modalidad de la pasión se manifestarán, completamente fuera del control de la persona. La pasión desenfrenada es terreno fértil para hacer brotar una avalancha de deseos materiales, la gran mayoría de ellos totalmente superfluos. Cuando la mente está así dominada por la producción inagotable de deseos, los efectos colaterales de la pasión brotan y se instalan en el corazón de la persona. La psicología llama a esos efectos colaterales “pasiones irracionales”, que son, básicamente, el orgullo, la codicia, la envidia, la lujuria y la ira. La etapa que sigue a la mente o corazón infectado por esas pasiones irracionales es su exteriorización, que, está de más decir, producirán efectos destructivos en el medio social. Es un hecho sabido que la dinámica de la sociedad tecnológica moderna apunta a crear estímulos que provocan interminables deseos en las personas, deseos estos que, básicamente, atienden a tres supuestas “necesidades” del hombre apasionado, a saber, la búsqueda desenfrenada de placer sensual, sensación de sentirse superior a los otros y una compulsión neurótica, el consumismo. En verdad, prácticamente toda la compleja estructura política y económica gubernamental de las naciones poderosas del mundo de hoy está dedicada a satisfacer las demandas siempre crecientes de productos y entretenimientos para una siempre creciente masa de ávidos consumidores. Las otras naciones, aquellas consideradas “en desarrollo” o del “tercer mundo”, tratan de imitar el mismo modelo mundial, aunque ya comprobadamente fallido, perdiendo así una chance de oro de establecer sus propios parámetros de desenvolvimiento basados en la autosuficiencia y valoración del hombre. Las metas y propósitos de un gobierno, que idealmente deberían ofrecer lo mejor para los ciudadanos, son desvirtuados para alimentar la gran ilusión de progreso material y estimular el mezquino ciclo vicioso del consumismo, que vuelve a las personas cada vez más ilusionadas, embotadas y esclavizadas. Todo ello, fruto de esta pasión indomable. Como ya dijimos, la exteriorización de las pasiones irracionales causan estragos al medio social y puede asumir proporciones que van desde la escala individual hasta la mundial, en caso que haya una persona involucrada, una colectividad, una nación, varias naciones y así por delante. Una de las principales características de la modalidad de la pasión es la competitividad. Vemos esa competitividad en todas partes, en casa, en el tránsito, en el trabajo, en el fútbol, en la política, en los negocios. Cuando esa competitividad está coloreada con envidia, codicia, orgullo e ira se vuelve altamente dañosa, y si los agentes son naciones, se vuelve absolutamente dañosa. El orgullo, de la misma forma, tiene su lado blando, el orgullo de pertenecer a una corporación digna de respeto, por ejemplo. Mas el orgullo irracional se transforma en arrogancia, desdén, intolerancia, discriminación, y lleva a la manipulación, explotación, etc. Los deseos materiales contaminados con codicia se desdoblan en voracidad, ganancia, ambición insaciable. La capacidad de defenderse, cuando contaminada por la ira apasionada, manifiesta la agresividad, la crueldad, el odio, el deseo de subyugar, expandir, controlar, y estimula una carrera armamentista sin precedentes en la historia del mundo. Para armarse, los gobiernos desvían sumas trillonarias para investigaciones y complejos industriales. Se dice que cerca del cincuenta por ciento de la comunidad científica está comprometida directa o indirectamente con la industria de armamentos. Hace pocos días fue revelado que los Estados Unidos gastaron doscientos billones de dólares en el proyecto de un avión de combate que, en cierto punto del proyecto, fue considerado ineficiente y, finalmente, abandonado. El desperdicio alcanza cifras con cada vez más ceros a la derecha. Las guerras, cuyas causas subyacentes son, invariablemente, el control de la explotación de los recursos naturales del planeta, pasan entonces a ser factores de peso para el fomento de fantásticos negocios armamentistas. En último análisis, vemos cómo la pasión de la meta ilusoria de ilimitado progreso material acaba, por fin, directamente asociada con las fuerzas destructivas de la modalidad de la ignorancia. En la naturaleza, las tres modalidades, rajas, sattva y tamas, funcionan armónicamente. Una semilla germina, la planta crece, se desenvuelve, se mantiene por cierto período produciendo flores y frutos, y, al cabo de algún tiempo, se debilita y muere. El ser humano, a su vez, puede interferir, en parte, en su ciclo de vida. Invariablemente, el período de la infancia y adolescencia es apasionado, la persona está creciendo, aprendiendo y descubriendo el mundo. Al final de la juventud y madurez, ya con el mecanismo del intelecto y de la razón desenvuelto, ella tiene la capacidad de ajustar y fijar su conciencia en sattva-guna, a través de la autodisciplina, el ambiente apropiado y la buena asociación. La atribulada vida urbana no ofrece condiciones favorables para cultivar adecuadamente tal estado de espíritu. Con la conciencia en la bondad, las “pasiones irracionales”, si bien nunca son exterminadas, son mantenidas, con mucha atención y cuidado, latentes y adormecidas. La persona tiene total autocontrol y su vida es plena de realizaciones y contribuciones para el bienestar general. Ella irradia amor, paz, armonía, sabiduría, felicidad real y realización espiritual. En la etapa final de la vida, cuando la decrepitud toma cuenta de su cuerpo, la persona debe mantener su conciencia en la modalidad de la bondad y salir de este mundo “por arriba”, dejando detrás un ejemplo de vida a ser seguido. Una persona en sattva-guna puede iluminar muchas vidas. No es para nada una actitud pasiva y egoísta. La bondad es altamente dinámica e irradiante. Si una persona en bondad se vuelve un líder nacional, conducirá entonces a su país por caminos de paz y prosperidad y habrá abundancia para todos, no solamente para los privilegiados de la elite. Esa prosperidad material no será alcanzada con la explotación irrestricta de los recursos naturales, sino dentro de los criterios racionales del desarrollo sustentable, en que la naturaleza es respetada y conservada. Los valores morales y espirituales brotan espontáneamente en esa atmósfera de fertilidad de la conciencia. Las personas se sienten seguras y son felices con las necesidades básicas del vivir digno. La raza humana alcanza así su plenitud. Como dice el Señor Krishna en el Bhagavad-gita: "Sattva-guna es la única posibilidad de ser feliz en este mundo". Página de SS Purushatraya Swami www.pswami.com Publicado originalmente en el Informativo Amigos de Krishna http://groups.google.com/group/Amigos-de-Krishna |